RM 2 – 0 VAL: El Madrid flota y Bale se ahoga

Un autogol de Wass y un tanto de Lucas Vázquez le dan el triunfo a un Madrid que ha encontrado la forma de no dejarse llevar por la corriente. El galés, en cambio, es poco más que un náufrago

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No fue un partido bonito, pero se ganó. Y al final eso importa. El Madrid de entreguerras, con un gol en propia meta del adversario (el tercero de la era Solari) y otro de Lucas Vázquez, derrotó al Valencia sin estridencias y sin demasiados apuros y pone proa a puestos Champions, mientras las aguas se calman y mientras Gareth Bale se empeña en ahogarse antes de llegar a ninguna orilla. Él sabrá

Cuando las cosas no carburan, el madridista de a pie sólo pide una cosa, para que no se le van las enaguas: trabajo. Si hay empeño, si hay solidaridad, se perdona que el equipo no sea una máquina ofensiva. Solari ha conseguido que al menos algunos días, o más bien algunos ratos, el Madrid salga a presionar, se mueva acompasadamente y nadie se esconda. Ante el Valencia, eso le salvó en una primera parte nada brillante, extremadamente aburrida, pero sin que se pudiera reprochar nada a nadie, salvo una excepción. La de Bale.

El Madrid se encontró con un gol en propia meta de Wass nada más comenzar el encuentro, en un buen inicio de Carvajal arriba y abajo, y a partir de ahí durmió tanto el partido que se convirtió en un ladrillo insoportable, ayudado también por un Valencia acomplejado, mal colocado en el campo y que no hizo absolutamente nada en ataque en todo el primer tiempo. El atasco madridista tenía mucho que ver con la falta de costumbre de Llorente y Ceballos. El primero quiso en demasiadas ocasiones conducir, y en su puesto y en Primera División eso no es algo que case a menos que seas un supertalento histórico, pero se le perdona porque apenas le han dejado mostrarse.

El segundo tiene demasiado afán protagonista: corre como un poseso hasta situarse al lado del que tiene el balón y se la pide. Y si no se la dan, porque el balón va a otro, corre otra vez hasta llegar al que lo lleva para pedírselo. Y así, una y otra vez. Hasta que se la dan, en cuyo caso en al menos la mitad de las ocasiones acaba dando un pase atrás, en un veinticinco por ciento echa a correr y embolicándose en un imposible y sólo en el cuarto restante hace algo realmente útil. Tanto empeñarse en hacer todo, todo el tiempo, es contraproducente para él: Dani debe serenarse porque es mucho mejor futbolista que lo que intenta demostrar.

Ceballos, pese a todo, es la antítesis de Bale. El galés está en huelga, o eso parece, porque ya no es que participe poco, es que está tieso: se mueve menos que un banderín de córner. El Bernabéu le dedicó una pitada en el primer tiempo a ver si espabilaba y cuando acabó por ser cambiado se marchó en medio de una fenomenal bronca. La gente ha dejado de creer en él y es por algo: por su actitud.

La segunda parte fue mucho más entretenida que la primera, aunque todo pasó porque el Madrid salió con pies de plomo. Todo lo que había corrido y peleado en la primera, de repente, desapareció, y la calidad de Carlos Soler y Santi Mina provocaron algún susto que otro ante la meta de un Courtois que salvó un mano a mano al segundo y luego le realizó un paradón de otro planeta a Batshuayi cuando el marcador era aún de 1-0. En el otro área, el Madrid, con muchísimos espacios pero sin Bale, parecía un episodio de Benny Hill: a trompicones y carreritas llegaba pero se empeñaba en desperdiciar remates de esos que antes no solía fallar jamás. Hasta que Lucas Vázquez marcó su segundo gol de la semana cuando quedaban siete para el final y tranquilizó el ambiente. Por cierto, jugó Isco y no lo hizo Vinicius. Para el papel couché.