Show must go on

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Llegó la Décimotercera, se fue Cristiano. Kiev, 26 de mayo de 2018. El Real Madrid alza al aire de Ucrania otra Orejona más, sometiendo a todos los clubes europeos al enésimo pisotón de la bota blanca. Cristiano bajó a vestuarios por el túnel, tras su rajada, y la imagen ya es icónica. Ahí acabó una era.

Se fue Cristiano, y no llegó nadie para reemplazarle. Era el arranque del bautizado como «Madrid coral», pero lo único que ha sido coral ha sido el fracaso. Porque desde que el luso dijo adiós, la culpa puede repartirse equitativamente entre todos. Se marchó Cristiano y el club (en lo futbolístico, menos mal que el baloncesto es estanco) se ha derrumbado de manera escandalosa. Se ha derrumbado el equipo, que ya no tiene a ese referente en el campo que lo aglutinaba todo. Si Cristiano reía, lloraba, protestaba, gemía, se dolía, daba una patada o, como solía ser lo habitual, le metía al rival un saco de goles, el resto del equipo vivía plácidamente acomodado a la sombra del inmenso tirón mediático de CR7.

El 27 de octubre de 2018, la cuenta en Twitter de esta web ya se hacía la pregunta del millón. Y pasado el tiempo, la cosa ha resultado ser peor. Mucho peor. Ningún jugador sobre el campo ha sido capaz, o ha tenido carácter suficiente, para hacerse con los galones del portugués. Cristiano era el que te abroncaba cuando errabas un pase de dos metros; el que te ponía mala cara cuando no hacías la cobertura; el que te fulminaba con la mirada cuando elegías mal la opción ofensiva. Sí, claro que él también fallaba, muchas veces. Pero tenía al equipo en tensión: nadie quería fallar para quedar en evidencia públicamente tras una bronca del portugués.

Pero además de eso, ha sido el club el que se ha desplomado. Ninguno de los entrenadores que sucedieron al Zidane ‘Concristiano’ fue capaz de encontrar soluciones tácticas a la ausencia del portugués. Ni Lopetegui (que fue quien más cerca estuvo por juego), ni Solari (quien más cerca estuvo por resultados) ni por supuesto Zizou Redivivo. Pero es que desde los despachos sólo surge una enorme sensación de desamparo para el madridismo. El presidente sigue recluído en su torre de cristal, de la que solo se ha bajado para darle una entrevista a De la Morena cuando el Ramosgate 2019 y para las presentaciones. Ni una palabra para animar al madridismo, ni una comparecencia para dar esperanza. Nada. Ahora llega el primer parón de selecciones y el Madrid, como todos los años, aprovechará esos días para ronda de entrevistas, pero en su rutina mecánica habitual, nada extraordinario. Y para colmo, la cintura de avispa que presentaba Pérez en el combate cuerpo a cuerpo para conseguir fichajes ha desaparecido: sólo Hazard, jugador de nivel alto pero no galáctico, para retocar el equipo. Y eso son hechos, no palabras.

La afición, mientras, anda anestesiada. Bombardeada sin cesar por la propaganda oficialista, ya no sabe qué pensar. Ha pasado de culpar a Cristiano a culpar a Lopetegui, luego a Solari, después a ilusionarse con Zidane, para pasar a la desesperanza absoluta que el verano no ha sabido mitigar. Y como la afición vuelve a encabronarse, los focos del campo de prisioneros Kamp Pérez alumbran ahora a Zidane. Show must go on. Pero la realidad es que el rey está desnudo y cada vez le quedan menos mantas. Casi todas se las llevó Cristiano cuando se marchó del césped del Olímpico de Kiev.

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Yo vi jugar a Del Bosque, así que llevo unos cuantos años yendo al Bernabéu. Socio desde 1986, mis recuerdos van ligados al Madrid del Di Stéfano entrenador, el de los cinco subcampeonatos, que me forjó en madridismo ante los malos tiempos, y al de la Quinta del Buitre, la poesía y las pelotas hechas fútbol. Desde 1996 dando la barrila en esto del periodismo deportivo, aunque hace años que es mi hobbie y no mi profesión.