RM 2 – 1 VIL: El final de una era

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Es el final de una era, de una etapa. El Real Madrid ganó (2-1) al Villarreal en un partido en el que durante 85 minutos mostró todas sus carencias pero que pudo ganar gracias a que los amarillos se dejaron ir cuando el resto de resultados le salieron cruz. Pero los de Zidane, que sabían que el Atlético fue perdiendo durante muchos minutos en Valladolid y tenía serias opciones de campeonar, fue un esperpento. Esto así no puede seguir y no se soluciona con un parche populista, sino con una profunda remodelación de la plantilla que tantos éxitos dio pero que ya es muy veterana.

Zidane sorprendió sobremanera con su once inicial. El técnico, que también dejó en el banquillo a Rodrygo para metar a Asensio, apostó por Varane, recuperado de su lesión muscular, y condenó a la suplencia a Nacho. Precisamente al canterano, cuya pareja con Militao en el eje de la zaga había logrado llevar al Madrid vivo hasta la última brazada de la orilla liguera, y cuyo gol en Bilbao, el fin de semana pasado, evitó un ahogo intempestivo. Cosas de entrenadores. Como cosas de entrenadores tuvo Emery: jugándose la final de la Europa League el miércoles ante el United, no se guardó nada en Valdebebas, apurando sus opciones europeas vía Liga.

Fue algo que ennoblece a la competición: porque por eso se llama así, porque los equipos compiten. El Villarreal salió al Di Stéfano a jugarle de tú a tú a los de Zidane, presionando arriba, con evidente superioridad en el medio que no supieron contrarrestar los blancos, moviendo con velocidad el balón, con Gerard Moreno de media punta y buscando la espalda de los zagueros madridistas. Afortunadamente para los locales, Militao corriendo para atrás es un guepardo, y evitó males mayores en una arrancada con muy malas ideas de Bacca. Pero pasaban pocas cosas sobre el verde, todos los pinganillos madridistas estaban sintonizados con Zorrilla FM. Y de allí llegaron buenas noticias: Óscar Plano, criado en Valdebebas, adelantaba al Valladolid ante el Atlético.

No hubo tiempo casi ni de meterse en el partido. Porque un minuto después, Yeremi Pino superó a Courtois tras un preciso control después de un gran pase de Gerard Moreno, eliminó a Odriozola como quien se sacude una mosca y adelantó a los amarillos. Cuando los blancos tenían el regalo soñado, se convirtieron en una ONG. El primer remate blanco, un cabezazo desviadísimo de Asensio, llegó a los 23 minutos. Una mano de Parejo, tras un rebote y con los brazos pegados al cuerpo, fue reclamada por Benzema, pero esta vez fue «sigan, sigan» igual que otras veces fue penalti: lo de los manos es algo tan aleatorio que ya no cabe ni enfadarse, porque no hay Dios que lo entienda.

El Villarreal se encontraba muy cómodo sobre el campo. Daba igual que en Valladolid el Atlético no diera señales de vida, porque el Real Madrid estaba muerto. Físicamente destrozado, tácticamente arruinado… Modric, cuando quedaban diez para el descanso, intentó el primer remate de verdad peligroso sobre la meta de Rulli: también desviado, pero al menos tenía intención e iba fuerte. El Villarreal, mientras, tenía hechuras de equipazo hasta que le tocaba a Bacca ejercer de puntillero: el colombiano fue una calamidad y eso evitó un resultado sonrojante. El Madrid se fue al descanso de un partido en el que se jugaba un título, y en el que además los otros resultados le favorecían, con sólo un tiro a puerta: un cabezazo de Casemiro justo sobre el minuto 45.

Era, obviamente, complicado que el Madrid le pusiera menos mordiente al encuentro que en la primera parte, así que salió algo mejor al segundo tiempo. La receta fue sencilla: los laterales se adelantaron para ayudar a los tres medios y todos le pusieron, por fin, actitud. Que es la madre del cordero. Con actitud, todo parece distinto. Benzema consiguió por fin superar a Rulli, pero el VAR decidió que el gol era en fuera de juego por un hombro justo en el mismo momento en que el Atlético empataba en Valladolid y dejaba LaLiga lo cuesta arriba que se presuponía antes de comenzar la jornada.

Zidane intentó a proeza moviendo el nogal y las nueces que cayeron fueron Marcelo, Nacho, Mariano, Isco y Rodrygo, el mejor de todos sobre el campo. Sistema de tres centrales, el Madrid intentando activarse de la siesta, el Villarreal defendiendo ya el granero porque se metía en la Europa League, y eso de atrincherarse atrás es algo más fácil con un central de la jerarquía de Pau Torres. A los amarillos les echó de la Europa League el resultado de otros partidos: justo cuando se certificó que ese sueño se le escapaba al Submarino, Benzema hizo el empate y Modric, en el alargue, les mandó a la lona y el triunfo se quedó en el Di Stéfano.

Pero daba igual. Se acaba, ya se acabó en Kiev, una era en el Real Madrid. Una era que se ha ido estirando artificialmente, sobando hasta gastarla aquello de «lo que funciona no se toca», aunque llevara mucho tiempo funcionando (sic) a trompicones. El de Valdebebas ante el Villarreal fue el último partido como madridistas de muchos, quizás del entrenador, y cualquier otra cosa sería ponerle una tirita a una amputación traumática de las cuatro extremidades. Esto tiene que cambiar, y si no cambia de verdad habrá que exigir responsabilidades.