Un Clásico aplazado por el Ejército

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Félix Quesada, capitán de la selección, recoge el trofeo para el combinado madrileño.
Félix Quesada, capitán de la selección, recoge el trofeo para el combinado madrileño.
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Este fin de semana retorna de nuevo el gran Clásico del futbol español (con permiso del Athletic Club) al Santiago Bernabéu. El partido de la temporada anterior en Valdebebas es otra curiosidad de las muchas que han rodeado este partido en las mas de nueve décadas que llevamos del campeonato. Y es que las anomalías e incidencias han sido algo habitual desde aquel primer encuentro liguero entre ambos contendientes, jugado en 1929. En aquella ocasión seria una cuestión militar la que obligo a posponer el partido durante varios días, ademas de una reclamación del Real Madrid por la duración del duelo.

El sorteo deparó que el primer Real Madrid-Barcelona de la historia de la Liga en Chamartín se jugaría el 5 de mayo de 1929 en la undécima jornada, ya en la segunda vuelta del campeonato. Así estaba programado, pero conforme iba llegando la fecha, apareció otro partido que trastocó los planes de esta jornada: la celebración el día 6 de un encuentro entre las selecciones militares de Madrid y Lisboa. En la década de los años 20 del siglo pasado era habitual la celebración de estos partidos entre guarniciones militares. Tan usual era, que la edición de 1929 iba a ser la séptima en jugarse.

Los integrantes de esa selección eran jugadores profesionales que pertenecían de una u otra manera a los diversos regimientos del Ejército de Tierra. Para aquel partido la selección de Madrid se nutrió principalmente de jugadores del Real Madrid, con el añadido de varios jugadores del Athletic de Madrid y un par del Barcelona. Como quiera que tenía preferencia este encuentro por delante del campeonato liguero, se optó por retrasar los partidos Real Madrid-Barcelona y Real Sociedad-Atlético de Madrid al 9 de mayo.

Para Lisboa, el Real Madrid aportó a Cabo (Sanidad Militar), Urquizu y Morera (soldados del regimiento del Rey), Quesada (sargento de intendencia), Esparza (soldado de intendencia), Prats (soldado de Artillería), José María Peña (suboficial del Regimiento del Rey), Rubio y Lazcano (soldados de Wad Ras) y Vidal. En la practica el Real Madrid se quedaba casi sin el equipo titular. El Barcelona por su parte, que llegó a poner a disposición todo su equipo, tan solo vio marcharse a Arocha y Parera, que eran soldados del regimiento de Vergara. Aquellos refuerzos, por cierto, demostraban lo amplio que era el concepto de selección madrileña.

Todos ellos viajaron a la ciudad lusa el 1 de mayo, donde recibieron varios agasajos por los anfitriones. El partido entre ambas selecciones tenía gran importancia, puesto que el ganador del mismo iba a quedar en posesión definitiva del trofeo donado por el Comandante General de Lisboa. Este trofeo se lo solían alternar las dos selecciones según iban ganando los anteriores partidos. Pese a jugar en un terreno sin hierba (y con algunas irregularidades más, como el cambio de árbitro en el descanso por otro que permitió el juego brusco portugués) los madrileños fueron capaces de lograr un empate a 2-2 al término de los 90 minutos. Arocha y Parera fueron los autores de los goles de los españoles. Para determinar el ganador, se jugó una prórroga durante la cual Arocha marcó para los madrileños, gol que fue anulado sorprendentemente. Sin embargo, la calidad española fue superior y Cosme logró el 2-3 con el cual se llegó al final de la media hora de la prórroga, dando el triunfo a la selección madrileña. El madridista Quesada, como capitán, recogió el trofeo de vencedores de manos del presidente de la República portuguesa.

A su vuelta a España, los jugadores madridistas se añadieron al resto del equipo blanco para jugar el encuentro ante los azulgranas. Con el resto de la jornada disputada, los podrían ser líderes en solitario en caso de victoria. El partido atrajo gran expectación, pero no fue un partido para recordar. El Madrid lo intentó, Urquizu tuvo una gran ocasión que mandó al larguero, pero no lo consiguió. El juego madridista se resintió, en parte por las lesiones de algunos titulares y en parte por el poco acierto local. Cerca del final, Sastre marcó para los culés el único gol del encuentro que daba la victoria a los visitantes.

Sin embargo, la polémica estuvo presente en aquel partido y es que durante la segunda parte del encuentro cayó un aguacero sobre el estadio que motivó que parte de los espectadores de las gradas sin techar invadieran el campo para ir a resguardarse a tribuna, con lo cual el partido se paró durante cinco minutos. Una vez retirado el público del césped, el partido siguió pero el árbitro no descontó esos minutos, por lo cual finalizó el partido a los 90 minutos exactos, ante la sorpresa e indignación de jugadores e hinchas madridistas. En el acta arbitral los representantes madridistas hicieron constar dicho error del colegiado, aunque el resultado quedo inalterable. De esta forma tan curiosa comenzó la leyenda liguera de los Clásicos en la capital.

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Con mi Insignia de Plata en un lugar privilegiado e intentando llegar a la de Oro, nada se puede comparar a la 7ª cuando uno ha sufrido todas las decepciones europeas de la segunda mitad de los 80. Abuelo, lo que hubieras disfrutado con los 11 de blanco, ya tenemos el doble de Copas de Europa desde que te fuiste y aquí seguimos, disfrutando y recordando a todos aquellos que de una u otra manera han hecho posible que seamos lo que somos.