SEV 1 – 2 RM: Rodrygo abre la Puerta del Príncipe

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Rodrygo como Morante, abriendo la Puerta del Príncipe, la del arte, la del triunfo. Dos goles en Sevilla, otra vez, como en la final de la Copa del Rey en La Cartuja hace tres semanas. El segundo, un golazo delicado, suave, de valor y torería. El Madrid iba vestido parecido al traje de luces que lució Morante en su faenón de dos orejas y rabo en la Feria de Sevilla, un terno celeste bordado en azabache, el Madrid vistió de lila con ribetes negros. El partido se enfangó por un intento de caza a Ceballos, a quien casi tronchan. No había nada en juego pero el Madrid ganó 1-2 gracias a El Niño Maravilla, otra vez.

Estos partidos en los que no hay nada en juego es como jugar al póker con monedas de chocolate. Sí, es parecido, pero no es con fuego real. El Sevilla salió como un disparo al partido y Rafa Mir, en una jugada en la que la defensa madridista ejercía de frontón, una pared sin contundencia, Ancelotti desesperado y su ceja izquierda con más tensión que el arco de Orzowei.

El Madrid, plagado de centrocampistas y sólo con Rodrygo como jugador con marcado carácter ofensivo, controlaba el juego, pero sin mordiente. Ceballos no conseguía encontrar un último pase, Modric alborotaba pero con sólo un punta, el brasileño, era complicado morder, como cuando una abuelita intenta morder un poco de pan mientras la dentadura postiza la tiene en un vaso con agua sobre la mesilla de noche. Pero funcionó.

Rodrygo primero falló un gol increíble a puerta vacía, de esos de videoteca, pero luego, de falta directa y aprovechando que la barrera parecía puesta por un invidente, logró el tanto del empate. El partido se reducía al pique entre Lucas Vázquez y Bryan Gil, con el gallego masacrado a agarrones en sus incursiones pero viendo la amarilla en su primera falta sobre el sevillista, y a la brega de Rafa Mir desde su apolíneo ático con todo el que se cruzase en su camino. Un disparo al palo de Lamela y un error del argentino casi del mismo calibre que el de Rodrygo llevaron al partido a vestuarios.

La segunda parte comenzó con la lesión de Valverde en el glúteo, que hizo comparecer en el partido a Camavinga, pero el partido andaba desmelenado, al fin: Rodrygo, quién si no, pudo marcar el 1-2 y luego Rafa Mir el 2-1. Andar encorsetado en un partido sin nada en juego no merecía la pena. Decidió entonces Ancelotti meter a Álvaro Rodríguez en el campo, un delante, aunque desvistió a un santo para vestir a otro ingresó por Mendy y eso mandó a Camavinga otra vez al carril.

El partido desapareció ahí. El Sevilla, impulsado por una parte de su afición que es de esos grupos violentos de los que nadie dice nada, comenzó a repartir estopa. Hasta que Acuña, en una plancha de carnicero, cazó a Ceballos y vio la roja, clarísima, ante la indignación sevillista, que imagino que exigirían que amputasen la pierna al ex bético. Como no pudo ser, le siguieron atizando en cada balón. Pero Ceballos no es negro, así que los insultos y la persecución darán igual. Una exhibición futbolística culminada con un golazo difuminada por los malditos faltones de siempre. Otro jirón de credibilidad de LaLiga por los suelos. Ellos sabrán.