RM 1 – 0 UBE: Desatascajude

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En la última jugada del partido, pasó lo que tenía que pasar. El Real Madrid, muy superior al Union Berlín, logró marcar y se llevó los tres puntos en su estreno en la Champions. Fue un 1-0 agónico, o no tanto. Porque el Bernabéu descubrió a Joselu, que ya iba siendo hora, y volvió a maravillarse con Bellingham, el autor del tanto. El inglés está bendecido. El canterano, bajo sospecha porque el dorsal 9 está libre, volvió a demostrar que es mucho mejor futbolista de lo que la gente se piensa.

Pero el partido fue durillo. La primera parte fue como pasar una furgoneta llena de manzanas de caramelo por la puerta de un colegio, dejar que todos los niños se den cuenta… y pasar de largo. Cinco primeros minutos trepidantes, con una tarjeta a los 40 segundos y dos acciones ofensivas de cada equipo de relativo peligro. Pero a partir de ahí, la furgoneta puso pies en polvorosa y lo que se vio sobre el ¿césped? del Santiago Bernabéu fue gris plomizo. Pero gris plomizo oscuro. Pero por orden.

Lo de césped va entre signos de interrogación porque, en el tercer encuentro de esta temporada en el Bernabéu, el estado del tapete comienza a ser paupérrimo: otra vez briznas que se levantan, tierra a mansalva y áreas pequeñas de color marrón. El curso pasado (cinco cambios de césped, recuerden) nos dijeron que era una circunstancia excepcional que se debía al paso de maquinaria por las obras (la excusa, estarán de acuerdo, no estaba muy currada). Pero este año nos hemos hartado de ver cómo el césped duerme siempre en el hipogeo y sólo sale para los partidos. A menos que se cuelen okupas en Vespino para destrozar césped, es obvio que el Madrid tiene un problema.

Y ahora vamos a lo gris plomizo. El Madrid adormeció el partido (y a los espectadores) con un ritmo que aguantaría un nonagenario. Al ralentí. Circulanción lentísima, todo demasiado previsible, y encima el Madrid tiene el serio problema de que Rodrygo, que el año pasado era desatascador, está en un momento muy bajo. No le sale nada a derechas, se frustra y se le nota. Que el paulista regrese a su nivel es vital para que el Madrid tenga opciones reales en todas las competiciones.

Es cierto que el Madrid dominó el primer tiempo, aunque el Union Berlín se estiraba con cierto peligro, pero también que hacía menos daño que unos colmillos de plástico. Un remate a puerta en los primeros cuarenta y cinco minutos. Hacía falta un remedio como el del día del Getafe: una Ancelottina para que el equipo volviera a funcionar. Y la hubo.

Porque el Madrid salió desmelenado tras el intervalo, mucho más que los tragaldabas VIP que dejaron medio Bernabéu despoblado mientras comían canapés y no se dignaron a regresar a la grada hasta el minuto 55. Donde esté una croqueta de cocido, que se quite el fútbol. Rodrygo se estrelló contra el larguero con los de Ancelotti enfurecidos, y poco después fue Joselu el que se topó con el poste derecho de Ronnow tras un cabezazo de manual que acertó a desviar el meta del conjunto berlinés. Aquello era otra cosa.

 

Pero el Unión Berlín se defendía como gato panza arriba, liderados por el debutante Bonucci. Concedió tantos saques de esquina que todos perdimos la cuenta. El Madrid remataba, remataba y remataba pero los jugadores alemanes casi siempre conseguían estorbar lo suficiente como para que el disparo no encontrara los tres palos. Ancelotti cambió todo su centro del campo salvo a Bellingham, y metió a Fran García buscando profundidad por banda. Pero no llegaba el remate que fuera gol, y mira que Joselu dio un clínic de cómo buscarse la vida en cada balón que entraba en el área. No marcó, pero lo suyo fue una exhibición. Y entonces llegó el tanto de Bellingham, tras remate de Valverde y mil rebotes intermedios. El inglés está bendecido. Tres puntos más con aroma a Birmingham.